17 oct 2016

¿Qué dónde pasa el camión, paisa?


¿Qué más grande aventura puede haber que perderse? Algunos dicen que perderse es la mejor manera de encontrarse a sí mismo y, al parecer me conozco muy bien, lo suficiente para saber que casi siempre me pierdo en cualquier lugar. Algunas amigas incluso me han dicho que no pierdo mi cabeza solamente porque la tengo pegada. 


Pero como siempre digo, hay que verle al lado positivo a las cosas; cuando me pierdo puedo conocer nuevos lugares, puedo practicar mi lengua extranjera, hago ejercicio y claro, saco mi lado creativo para la resolución de problemas. Qué bello se escucha todo esto (y qué bien se vería en mi ridículum) pero en el momento en el que uno se pierde, por lo general, no piensa en cosas tan positivas. 

Por ejemplo, en mi primer día en la ciudad me perdí camino a mi universidad, pese a que mi compañero de piso me dio las instrucciones y yo tenía un mapa, tomé el camino contrario. Mientras caminaba y pensaba en las cosas tan bellas y extraordinarias que me esperaban, llegó un momento en el que vi que estaba casi en medio de la nada. Entonces pensé que la universidad tal vez se hallaba fuera de la ciudad pero no estaba muy convencida, después de un rato pasó una persona y con mi mal alemán le pregunté que si sabía en dónde se encontraba la universidad. Ya se habrán de imaginar mi cara de sorpresa cuando me dijo que se encontraba muy lejos de ahí, justamente para la dirección contraria a la que había caminado.

Después de darle las gracias, vi la hora y salí corriendo a la dirección contraria, ya se me hacía tarde para mi primera junta en la escuela y, obviamente, no quería llegar tarde el primer día. Quién se iba a imaginar que los autobuses no son como en México, que no tienen horario y pasan cada 10 minutos o algo así. Los autobuses aquí tienen horario, por lo general, son puntuales y, en mi caso, el más próximo autobús pasaba hasta dentro de 30 minutos. Qué vida...la mía.

Sabía que si me iba corriendo no llegaría en menos tiempo, así que corrí a una parada de autobuses, y después a otra y otra. Creo que nunca había hecho tanto ejercicio en mi vida como lo hice ese día porque las paradas de autobuses no estaban nada cerca las unas de las otras. Al principio pensaba que solo con pedirlo en cualquier esquina se pararía, pues no aquí.

Finalmente, y gracias al cielo, pasó uno y después de pagar 2.70 euros (el camión más caro de mi vida), finalmente pude sentarme por aproximadamente unos 10 minutos para llegar a mi junta exactamente 10 minutos tarde. Al llegar me presenté ante los estudiantes internacionales y, claro, incluí en mi presentación mi historia de porqué llegué tarde. Desde entonces algunos de mis compañeros me conocen como "Fernanda. La chica que llegó tarde a la junta".

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