3 oct 2016

Willkommen in Deutschland

Miro por la ventana, no dejo de admirar el punto en el que el mar se funde con el cielo. Dentro de mi cabeza ha pasado una eternidad pero realmente solo han pasado unos minutos en el reloj. Minutos interminables de descenso. Entre suspiros pienso que estoy a un corto tiempo de llegar a mi destino, de tocar tierra y admirar como mis sueños se vuelven tangibles.

Anuncian por las bocinas la llegada a Frankfurt y siento como mi corazón se detiene por unos instantes y, aunque mi emoción es descomunal, espero. Quiero saborear un último momento de intriga acerca de mi porvenir.

Tomo un último respiro, no quiero mirar atrás pero aun así lo hago aunque en esta ocasión solo puedo ver el avión ya vacío. Trago aire y, con mis maletas en la mano, salgo del avión. El aire frío golpea mi rostro, doy un paso y puedo darme cuenta de lo lejos que me encuentro de casa con tan solo ver a mi alrededor. Me digo a mí misma –Finalmente me encuentro aquí.- Y desde mis adentros sé que esta aventura apenas comienza.

En el avión no podía dejar de pensar en todo lo que me esperaba al llegar, la emoción me consumía pero, ahora en el autobús en camino a mi nuevo hogar, miro por la ventana con nostalgia. Me resulta algo extraño, siento que estoy en un lugar tan familiar pero a la vez, tan desconocido. Es como cuando, después de un largo tiempo lejos, llegas a casa y, no sabes qué es, pero sabes que algo ha cambiado.


Después de casi un día entero de un agotador viaje, llego a casa y lo único que puedo pensar es en dormir, darle a mi mente un respiro de tan largo trayecto y olvidar, aunque sea por unas horas: la nostalgia, el estrés, los suspiros… Me voy a la cama con la esperanza de un gran día mañana.

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